Recomendamos:
- Dejar en el hotel las mochilas, los móviles, los iPod, los mapas y las prisas.
- Salir con una cámara de fotos, un poco de cambio y hambre (es inevitable no pararse en una panadería aquí y allá).
Fougères y Saint Malo
A escasa media hora en bus del centro de Rennes se encuentra la pequeña y preciosa villa de Fougères.
Cabe destacar que su castillo es uno de los más impresionantes y en mejor estado de conservación de toda Europa.
Dejaos perder por sus calles y encontraos con su iglesia por sorpresa, a la vuelta de una esquina. No sigáis las señales ni a los turistas, preguntadle a la gente del pueblo y disfrutad del turismo verdadero, el improvisado. Y de las panaderías, con los croissants más exquisitos de la Bretaña.
Saint Malo es uno de los pueblos más conocidos de la costa de la Bretaña, famoso por sus ostras y por su paseo intramuros, bordeando sus playas. Dicen que si agudizamos la vista podemos divisar a la hermana mayor, Gran Bretaña.
¿Qué hacer? Pasear por sus calles empedradas, visitar la casa de los poetas, comprar sidra y galletas bretonas en La Trinitaine y cómo no, degustar alguna crêpe casera en algún puesto del centro.
Le Mont Saint Michel
Le Mont Saint Michel
Técnicamente no pertenece a la Bretaña sino al departamento vecino de la Mancha, en la región de Baja Normandía, pero por su proximidad y belleza, el Mont Saint Michel es visita obligada.
Declarado monumento histórico en el 1862, el Mont Saint Michel figura desde 1979 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, siendo visitado por más de tres millones de turistas cada año.
Atención: Los días calurosos de verano son especialmente concurridos y debido a las pequeñas dimensiones del pueblo y la estrechez de las calles, la visita puede no ser recomendable para cardíacos.
Un poco de historia
Hace miles de años, un bosque enorme llamado Scissy fue considerado límite entre Normandía y Bretaña. En su centro había un monte rocoso similar a un monte de tierra para un entierro, por eso lo llamaron el Monte Tombe, el Monte Tumba. Hacia el s.IV, la región fue cristianizada y desde entonces, el bosque de Scissy y sus montes atrae a los hombres que buscan la purificación espiritual. Muy pronto se convirtió en un lugar de ermitaños: seres que convivían exclusivamente con su soledad y su espíritu. Cada poco, San Auberto (entonces obispo de Avranches) visitaba a estos ermitaños y se unía a sus plegarias.
Cuenta la leyenda que, un buen día, San Auberto recibió un mensaje del cielo. Era el año 708. En un sueño, se le apareció el Arcángel San Miguel y le pidió que erigiera en su honor un santuario sobre el Monte Tumba. Para dejar una señal tangible a la humanidad entera, el Arcángel toco la frente del obispo con la punta de su dedo, dejando una marca que los siglos no han podido borrar: aún hoy dicen que se puede ver el orificio del cráneo del obispo, (conservado en la iglesia de Saint Gervais en Avranches).
Por el año 709, un cataclismo marino invadió el bosque Scissy, separando los montes del continente y rodeando el Mont Saint Michel de una bahía de arena movediza. Este fenómeno persiste hoy en día, como por capricho de la naturaleza o de Dios por mantener su santuario al resguardo de los hombres. Fueron muchas las vidas de peregrinos que se cobraron la marea y las arenas movedizas.
Hoy en día, las mareas no llegan hasta los muros del santuario, pero hay estrictos horarios para cruzar hasta el Mont. La entrada a la Abadía es gratis para los mayores de 18 y menores de 25, pero eso sí: todo lo demás es carísimo debido a que se trata de un punto extremadamente turístico.
Consejo: llevar comida y bebida propia.
Con esta entrada finalizamos la serie de Bretaña, ¡esperamos haber acercado esta pequeña y mágica región del norte francés a nuestros lectores!
Fotografía hecha por Natalia
Agradecimientos
Natalia Formigo @PlugInNat