Primero fue el cine quien amenazó la literatura. Los amantes de los libros se echaban las manos a la cabeza, preguntándose cómo unas hojas de papel iban a competir con la imagen y el sonido (la música, de aquellas). Los lectores ya no tendrían que imaginarse el rostro de los protagonistas, los paisajes, o poner banda sonora a las escenas de amor.
Pero a pesar de ello, hoy en día el cine y la producción literaria no son considerados competidores ni mucho menos.
Después, la televisión. Aquella pequeña caja despertó los mayores temores de las grandes empresas cinematográficas. ¿Para qué haría cola alguien en un cine, si podía ver en su propio sofá y salón su película favorita? Lo mismo con la aparición de los famosos "noticieros" y "telediarios". La prensa escrita y radiofónica creían encontrarse con un duro enemigo, cuando lo cierto es que hoy en día, la televisión no es ningún tipo de amenaza para ellas, ni siquiera para el cine.
Y tras el cine y la televisión, internet; la gran revolución de, posiblemente, los últimos siglos. Ahora no sólo dos o tres sectores se ven amenazados. El cine, la televisión, la industria discográfica, la editorial y la prensa tradicional se encuentran ante uno de los mayores retos de su historia: renovarse, cambiar, adaptarse.
El ser humano tiende a la estabilidad, y como decía mi profesora de biología, la gente teme el cambio. Lo temió cuando Mendel dictaba las primeras leyes de la genética y lo temen ahora con la lenta descodificación de la creación de la vida.
Y como no, al igual que en asuntos científicos, también hay miedo al cambio en todo lo social, y dentro de lo social y como parte esencial de este, encontramos el flujo de la información.
Este flujo ha pasado ya por un cambio similar, aunque quizás no de tal magnitud, en el siglo XV. Al igual que los periódicos y medios de hoy en día con la aparición de internet, los juglares, trovadores y pregoneros, no recibieron con mucha calidez el famoso invento de Gutenberg. Ya no era necesario reunir a la gente en la plaza mayor del burgo y cantarle las noticias de guerras, para luego marchar a otro burgo a hacer lo propio. Con la imprenta, los nuevos escritos y el surgimiento de los corantos, precursores de los actuales periódicos.
Hoy nos encontramos en una situación similar. Aparece un nuevo actor en el mercado de la información, un pequeño David que en la última década se ha convertido en el mayor de los Goliats.
Internet es rápido, accesible y se encuentra en una plataforma más atractiva para las nuevas generaciones que los otros medios tradicionales.
Quizás éstos se dieron cuenta de que internet les empezaba a robar el queso demasiado tarde, ofreciendo al público una variedad de información de la que no disponían los periódicos, radios y canales de televisión.
Tras el fuerte revés que ha supuesto esto para los gigantes de la información (traducido en forma de fusiones, despidos, cierres, banca rotas y descensos de ventas) ahora es el momento de reaccionar.
Aprovechar el hecho de que, aunque las ventas en papel han descendido, las páginas web de los periódicos más representativos siguen siendo un referente informativo; el que las radios cuentan con un sistema de difusión de podcasts casi ilimitado en internet; y la televisión, el hecho de que cuando antes su visión se limitaba a la casa y los bares, ahora con los portátiles y los teléfonos móviles podría tener un elevado número de audiencia en cualquier sitio a cualquier hora.
Ahora es tarde para amoldar internet a las necesidades de los medios, y sólo queda adaptarse. ¿La mejor forma de hacerlo? Si alguien tuviera la respuesta, no nos encontraríamos en un dilema como este. Debemos tener en cuenta que la crisis de los medios no viene sola, si no que es otro problema más bajo las alas de la gran crisis económica que estamos viviendo.
La publicidad ya no invierte en los medios tradicionales como antes y lo que invertía en internet ha disminuido tímidamente, no se encuentra forma posible de subvencionar los medios que no sea a base de fusiones, reducción de plantilla y sueldos, y aumento de los precios.
Por ahora es imposible determinar hacia dónde nos llevará la introducción de internet como un actor principal en el mercado informativo, pero de algo estamos seguros: los medios no volverán a ser como antes, ya que no es posible (ni rentable) ignorar las nuevas tecnologías.
Bienvenidos a la época del cambio cambio.
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